lunes, 5 de noviembre de 2012

Dile a mi padre que le quiero

No es lo mismo honrar a nuestros muertos que menospreciar la trascendencia de la muerte. No es igual celebrar Halloween que conmemorar a los difuntos.

En esta época en la que proliferan desde tribus urbanas, denominadas góticas, hasta estudiosos de los satánicos vampiros que las animan y reverencian el lado oscuro de la trascendencia humana, la llegada de la guadaña nos muestra con más crudeza lo efímeros que podemos ser. Y justo es en esos momentos, cuando vemos la grandeza de ciertos espíritus. Es impresionante testimonio del padre de Belén, la menor fallecida en el Madrid Arena, ejemplo de Fe afrontando los momentos con mucha tristeza y mucho dolor pero con la serenidad y la paz de cuando uno se entrega al Señor.

Quizá menos conocido lo que escribe en su Facebook el padre de Katia, la otra joven que cruzó el umbral cerca de Belén unos días antes, cuyas última palabras fueron: "dile a mi padre que le quiero". Calmaba su dolor en esta frase y en las ultimas palabras que le dijo su hija al dejarla en el metro: "papi, un beso; te quiero".

Al leer el testimonio me recordó una de las innumerables lecciones que me ha dado Luis Parras, el anterior Rector de la Universidad de Jaén. A la salida del funeral del anciano padre de un amigo común, lo vi bastante apurado, cosa habitual en ese cargo, me agarró del brazo y me dijo: me voy con prisa, directo a ver a mi padre y decirle que le quiero. El día a día nos come. Vete tu también y se lo dices a los tuyos. Expresar este sentimiento nos da vergüenza, pero llegará el día en el que lo que nos de sea pena de no haberlo dicho cuando podíamos. Queridos oyentes, a Katia le dio tiempo a decirlo. Cojan su móvil, una llamada, un SMS o un wathsapp. Quedarse con ese te quiero es quitarle algo muy suyo. Nunca sabemos cuando puede llegar Átropos con sus tijeras...

 

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